domingo, 23 de agosto de 2015

Sobre el artículo de Mario Testa...

Con mucha alegría queremos compartir los trabajos seleccionados sobre las conclusiones de la lectura del artículo de Mario Testa.

Reflexiones, pedacitos de vida, emociones, caracterizaron a todos y a cada uno de ellos.

Agradecemos la participación y los esperamos en la próxima aventura de leer y compartir!!!!



Para comenzar una mención especial, el trabajo de Mario V. , imperdible, un anecdotario en sí mismo, un relato sobre un momento trágico de su vida (meses bravos, como bien nos cuenta), que contado por él y a la distancia se nos asoma una sonrisa imposible de disimular:


 
Luego de leer al Dr. Testa
                                                 Me halle  dramáticamente reflejado en su relato  y me retrotrajo a una historia que ahora a lo lejos, descolorida por el inexorable  paso del tiempo, en su momento me resultó dramático.
Comenzó  con unas relajadas vacaciones en Costa del Este, un partido de vóley, una recepción de pelota  y lo inesperado,  un dedo, el más insignificante, el meñique, una quebradura y  este dejo de serlo para convertirse una albóndiga monstruosa
Y así se desencadenó  la catástrofe que duró tres meses bravos y unos más, menos duros.
Consulto, apenas llegado con unos de los cirujanos conocidos por mí,  me opera en su quirófano privado,  previo pago de una módica suma,  pero bueno resultaba ser un especialista  de mano y reconocido.
En este acto; abreviando;  me  dejó en el dedo; como suvenir de fiesta; florida flora de su higiene, un entero coco, un proteus y otro bicho que ya no recuerdo .
Se me hace presente como si fuese hoy, el dolor tremendo que con hastío tolere toda esa noche inolvidable. Donde seguro pague todas mi deudas de esta vida y de todas las anteriores.
Esa mañana concurrí al Hospital I. donde luego de una  amansadora de varias horas de placentera espera entre el  dolor y la ansiedad, me atiende un adolescente indolente que me trató como a veces me siento; insignificante; me recetó antibióticos y así desencadenó  mis pesares y sufrimiento .
A los dos días mi mano despedía olor a podrido y no es metáfora.
Ya en el hospital ya mencionado, por supuesto en la guardia, de nuevo una espera aleccionadora, cuando me atienden,  susurran entre ellos,  unos aparentes resiblastos inmaduros totipotenciales,  luego de deliberar,  deciden  llamar, supongo a un especialista. Luego de revisarme este último  en una camilla, lo que  me pareció de mínima, exagerado pues se trataba solo de un humilde dedito insignificante. De nuevo cuchicheos, caras, algún diálogo que no tenía que ver con mi tema, y así una sensación  cada vez más fuerte de pequeñez, de que me estaba convirtiendo en un microbio y ya.
Luego de ello me hace incorporar, sentar y así como si  que linda esta la tarde  Señor Vallejo pronunció el especialista con vos de locutor, serio y solemne … probablemente le tengamos que cortar el dedo , menciono.
Nunca pensé que estas habituales  palabras  desencadenaran en mi ( un Hombre de pelo en pecho y súper Macho) una cantidad de eventos que tenían que ver con miedo, susto, terror extraordinario, taquicardia … así empecé a ver luces y estrellas y me desmayé.
Y aquí si comienza en serio mis pesares y mis tormentos.
Y así la mente disparada pensando macanas a lo loco, ya la desesperación se adueñó de mí.
A lo largo de los tres meses, cabe señalar,  nunca me dieron una devolución de mis resultados de laboratorio  y  yo en mi  cobardía… tampoco pregunté.
En el medio uno de los médicos quiso saber por el nombre del doctor que me había atendido y menciona que era un verdadero inútil (con otras palabras) ya que al darme antibióticos ahora no podían saber que bacteria tenía en el dedo y me hace escuchar también que debió hacerme  atender ese mismo día que concurrí  y de esa manera se hubiese salvado el dedo.
Concluyo… con más y más desesperación -  en la institución en la que me hallo hay- inútiles -
Ya en la habitación, casi lúgubre, opaca , me toca no una modelo, si un hombre mayor protestón e iracundo , que un día decidió a las tres  de la mañana arrancarse todas las vías con el consiguiente desparramo de sangre por doquier, singing  in the rain y yo apretando los dientes  y el timbre que nunca sonó,  termine gritando como una marica, ayuda ayuda ; yo  estaba atado a un suero con antibióticos a un hierro herrumbrado y esto  no me permitió ayudarlo ni salir de la habitación. Más tarde enfermería resolvió, con sus tiempos y  a cara de perro.                                                                                                                                                                              Ni una palabra de aliento para mí que a mi manera había sufrido por los chorros de sangre que me salpicaron la cubrecama, que no me cambiaron, debo decir. Tal vez pensaron como algo estoico, dejar testimonio de lo acaecido. Mientras yo ya veía que además esté malhumorado anciano me había sumado otro microbio a los que ya agenciado tenia                                                                      Apagaron la luz y nos ordenaron dormir.
Dos días después lo llevaron  a quirófano al  anciano de pelos blancos, y este… no volvió. Me sentí inquieto, no sé,  funcionó de mínima, como un breve compañero de desventura y ni siquiera tuve una palabra,  sobre la partida de este a una mejor vida.
Inmediatamente trate en no pensar en  esto y seguir en lo mío, me refugie en los libros y creo no recordar otro momento de mi vida en donde más leí, desde los comics hasta libros  de control mental.   Y en el entretiempo tenia bien  en mente  los amigos que vinieron a verme y los que no entre otras cosas.
El médico de cabecera duraba una semana, luego rotaban y esto me generaba poca pertenencia y desazón por lo que proteste con firmeza y por supuesto a partir de esto siguieron rotando cada semana.
 En general llegaba la media noche y era cuando el pánico más me invadía ya que venía tutan quieto (el enfermero de la noche) negro y grandote. Nunca lo vi, ni enjuagarse las manos si quiera, tocaba todo y digo todo , con sus manitas con uñas negras, nada de guantes, me ponía líquidos en la vía y yo escondiendo un pomo de pervinox, me defendía, chorreaba la vía que había tocado . Ya le había agarrado la mano, el tocaba y yo tiraba el  chorro y con maravillosa puntería.
 Desde el principio pedí que me amputaran el dedo, ya había perdido la cordura y no resistía un minuto más en ese lugar. Nunca supe la razón verdadera del empecinamiento de salvarlo, si era por tener una cama ocupada, por amor a mi dedo o por pedido del médico reconocido internacionalmente que había tenido el desliz de cultivar mi falange.
Fue así que siete veces me llevaron a quirófano, ya que limpiaban el hueso para finalmente en la anteúltima me acortaron el dedo y pusieron un metal uniéndolo.
Cada una de las intervenciones era muy dolorosas  por lo que ofrecieron hacerlo con
anestesia total a la que no accedí  por temor a la consecuencias de la misma. Que sería no volver a despertar.
Esto me significo lagrimear lastimosamente en cada una de las intervenciones.
Hasta aquí todo bien solo que para llegar al quirófano no era así nomás. Mientras desayunaba comiendo una galleta extraordinariamente desabrida me ladraban que hoy había quirófano por supuesto la galleta quedaba atorada en el medio del esófago y el intestino clamando  por el baño. Me ordenaban desnudarme, dale, dale pibe y no era A. Jolie sino una bruja sin escoba. Privacidad ninguna, se quedaba mirándome esperando imagino ver algo extraordinario más con el susto que me generaba el micro clima, nunca le puede sorprender.
Como mi aflicción y dolencia; tenia bichos; había orden de que  fuese yo el último cada día en operar.  Nunca entendí la necesidad de llevarme por todas las áreas posibles a la vista de todas las personas, en paños menores. Recuerdo, que me tapaba la cara,  pues no estaba bueno pasearse, como odalisca y aún más la desconsideración de tenerte dos horas por lo menos en espera. Que generaba estalactitas por doquier; del frio;  me la pasaba tiritando pero lo peor era el deseo desenfrenado, irresistible, ¿Qué hubiese pagado por un papagayo?  Para aliviar la presión intensa de las  paredes de  la vejiga.
Después de la última intervención como me vieron algo loco, díscolo y deprimido, mi médico de cabecera de turno me mando al sacerdote de  la institución  el que no pudo con mí  desazón.
Acaeció  en esa época, la moda de la internación domiciliaria y así mis cosas se encaminaron. Yo ya en casa me sentí a gusto, contenido, mimado. Que seguramente me ayudó a salir  de mínima  mejor y más rápido.
Ya para terminar, recordar esto no fue grato pero se podrían sacar algunas conclusiones ya que el Dr. Testa nos convida a pensar .
Que las instituciones  de gran tamaño deberían estar tan atentas como lo están cuando lo están, en CURAR  y de  igual manera  deberían estar ocupadas en favorecer en que su personal sea un buen anfitrión ya que de alguna manera es nuestra casa y esto nos obliga  y nos demanda  amabilidad,  además del desarrollo de las capacidades.  Que el paciente esté a gusto que no se sienta un extraño. Que sea tratado con CORDIALIDAD y sin INDIFERENCIA “ NO  es CARO” es solo cuestión de actitud, no olvidemos que casi con seguridad el cien por ciento  de los que conformamos la institución vamos sinecuanon  a  pasar por PACIENTE  todos somos futuros pacientes.
 No hay otra que hacer EMPATÍA NO SOLO POR ELLOS  SINO  POR  NOSOTROS.
HIPÓCRATES nos legó la ética y nos dejó consideraciones como- curar , aliviar y consolar.


  Mario Vallejo



Sigamos leyendo!!!!!

El trabajo de Teresa C.:



Estimada Stella: 
Después de haber leído atentamente el artículo escrito por el Sr. Mario Testa, debo reconocer que me trajo el recuerdo de los difíciles momentos que me tocaron vivir en cada una de las consultas, estudios e internaciones de mis padres.
Al igual que él, yo también observaba el comportamiento, el trabajo y la dedicación, de cada uno de los trabajadores del Sanatorio: enfermeros, médicos, técnicos, secretarias y mucamas, pero con la única diferencia que no lo hacía como paciente, sino como familiar o acompañante del mismo.
Debo decir que la atención recibida fue un 90% satisfactoria y sólo un 10% deplorable, por lo tanto llegué a la conclusión de que todo lo que uno da en la vida, sin lugar a dudas, vuelve.
Yo creo que no hace falta pasar por una situación tan difícil como la que pasó el Sr. Mario Testa, o como la mía, para darnos cuenta de cómo debemos comportarnos con un paciente que ingresa al hospital.
Cuando uno elige una profesión relacionada con la sanidad,  se requiere de una personalidad muy especial, con una inmensa vocación de servicio. Obviamente no todos son así,  tal vez para algunos sea una salida laboral rápida y segura, ésta puede ser una de las explicaciones de la falta de compromiso de muchos de ellos y por consiguiente ser el obstáculo de todo proyecto laboral.
Por lo tanto nos lleva a la reflexión de lo importante que es trabajar a conciencia, pensando siempre en el bienestar de la persona que está enferma, haciendo todo lo posible para que su estadía no sea una tortura o un castigo, sino por el contrario, sienta que está contenido, que nos interesa su recuperación y la mejor demostración está en nuestra tarea diaria.
El mejor premio que podemos tener es el agradecimiento de todos ellos, el ver que se retiran sanos y muy agradecidos por nuestra atención.
Querida Stella, no me resta más que agradecerte por el artículo que nos enviaste, y espero que la respuesta de cada uno de nosotros nos sirva a todos para continuar con lo bueno que tenemos, y aprender de los errores cometidos.
Un fuerte abrazo Teresa.

El de Néstor R. :
  Sin dudas, estar internado  o una consulta en la guardia es una experiencia desagradable, aunque necesaria.   En nuestro hospital, tenemos niños que, si un adulto no lo comprende, el mucho menos. La pregunta es: que podemos hacer nosotros, técnicos de laboratorio ante esto. Creo que lo más importante, es no perder nuestra capacidad humana, una sonrisa o una palabra de aliento, dar indicaciones precisas, apurarnos a realizar un análisis rápidamente, para que la espera de nuestros pacientes se acorte, dejando de lado el café que compartimos con nuestros colegas, o esa charla tan interesante. Muchas veces, ese tiempo ahorrado permite a nuestros pequeños pacientes poder tomar el último tren a sus casas en el Gran Buenos Aires
Ya que muchos somos padres, y ver a nuestros hijos enfermos, debe ser lo más desesperante que nos puede pasar, por lo tanto, nunca perdamos esa capacidad de poder ubicarnos en el lugar del otro. 
NÉSTOR.

...el de Walter L. :

Sobre el artículo del autor Mario Testa, El hospital. Visión desde la cama del paciente, dedicado  “al viejo Víctor, de la cama 6".
Pude llegar a la siguiente reflexión:
                                                              Como participante del sistema de salud no puedo pasar por alto que nuestra jornada laboral muchas veces se ve afectada por el exceso de trabajo, provocando en algunos casos, que el paciente perciba que el tiempo que nosotros le  dedicamos a él, no es el suficiente; debemos admitir que esta falencia de parte nuestra observada y criticada muchas veces es cierta, y lamentablemente se vuelve parte de nuestra rutina, siendo injusto que recaiga sobre ellos, por eso es necesario un cambio que va más allá de lo que se nos presenta en frente nuestro, y deberá comenzar por nosotros mismos, si bien la empatía es algo que difícilmente se adquiere en el ámbito laboral ya que uno la trae consigo y lo manifiesta naturalmente en su vida cotidiana, esta habilidad social es buena practicarla y ponerla en marcha en nuestro trabajo; de esta forma conseguiremos mejorar la interacción profesional-paciente y viceversa, esto no requiere tiempo extra, solo poner de nosotros buena predisposición y voluntad, logrando así, que el paciente pueda sentirse más contenido en diferentes situaciones durante su estadía en el hospital.
Tengamos en cuenta que algún día nosotros podemos estar del otro lado, ser "paciente” y como tal,  es inevitable que experimentamos una serie de reacciones emocionales, como sentir angustia, ansiedad, miedo a lo desconocido, pasando por una situación de indefensión que se mantiene constante y que siempre está presente. Estar internado en un hospital por más sofisticado que esa, no es un lugar agradable para ninguno de nosotros, por eso el paciente merece estar informado, ser escuchado, que lo contengan, que le presten atención y sobre todo RESPETO.
Listo Walter, Técnico  de Laboratorio.

Gracias a todos!!!!!!!!!










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