Con mucha alegría queremos compartir los trabajos seleccionados sobre las conclusiones de la lectura del artículo de Mario Testa.
Reflexiones, pedacitos de vida, emociones, caracterizaron a todos y a cada uno de ellos.
Agradecemos la participación y los esperamos en la próxima aventura de leer y compartir!!!!
Para comenzar una mención especial, el trabajo de Mario V. , imperdible, un anecdotario en sí mismo, un relato sobre un momento trágico de su vida (meses bravos, como bien nos cuenta), que contado por él y a la distancia se nos asoma una sonrisa imposible de disimular:
Luego de leer al Dr. Testa
Me halle dramáticamente reflejado en su relato y me
retrotrajo a una historia que ahora a lo lejos, descolorida por el inexorable
paso del tiempo, en su momento me
resultó dramático.
Comenzó con unas relajadas vacaciones en Costa del Este, un partido
de vóley, una recepción de pelota y lo inesperado, un dedo, el más insignificante, el meñique,
una quebradura y este dejo de serlo para
convertirse una albóndiga monstruosa
Y así se desencadenó la catástrofe que duró tres meses bravos y unos más, menos duros.
Consulto, apenas llegado con unos de los cirujanos conocidos por mí,
me opera en su quirófano privado, previo pago de una módica suma, pero
bueno resultaba ser un especialista de mano y reconocido.
En este acto; abreviando; me
dejó en el dedo; como suvenir de fiesta; florida flora de su higiene, un
entero coco, un proteus y otro bicho que ya no recuerdo .
Se me hace presente como si fuese hoy, el dolor tremendo que con hastío
tolere toda esa noche inolvidable.
Donde seguro pague todas mi deudas de esta vida y de todas las anteriores.
Esa mañana concurrí al Hospital I. donde luego de una amansadora de varias horas de placentera espera
entre el dolor y la ansiedad, me atiende
un adolescente indolente que me trató como a veces me siento; insignificante; me recetó
antibióticos y así desencadenó mis pesares y sufrimiento .
A los dos días mi mano despedía olor a podrido y no es metáfora.
Ya en el hospital ya mencionado, por supuesto en la guardia, de nuevo una
espera aleccionadora, cuando me atienden, susurran entre ellos, unos
aparentes resiblastos inmaduros totipotenciales, luego de deliberar, deciden
llamar, supongo a un especialista. Luego de revisarme este último en
una camilla, lo que me pareció de mínima, exagerado pues se trataba solo
de un humilde dedito insignificante. De nuevo cuchicheos, caras, algún diálogo
que no tenía que ver con mi tema, y así una sensación cada vez más fuerte
de pequeñez, de que me estaba
convirtiendo en un microbio y ya.
Luego de ello me hace incorporar, sentar y así
como si que linda esta la tarde Señor Vallejo pronunció el
especialista con vos de locutor, serio y solemne … probablemente le tengamos
que cortar el dedo , menciono.
Nunca pensé que estas habituales palabras desencadenaran en mi (
un Hombre de pelo en pecho y súper Macho) una cantidad de eventos que tenían
que ver con miedo, susto, terror extraordinario, taquicardia … así empecé a ver
luces y estrellas y me desmayé.
Y aquí si comienza en serio mis pesares y mis tormentos.
Y así la mente disparada pensando macanas a lo loco, ya la desesperación se
adueñó de mí.
A lo largo de los tres meses, cabe señalar, nunca me dieron una devolución de mis resultados de
laboratorio y yo en mi
cobardía… tampoco pregunté.
En el medio uno de los médicos quiso saber por el nombre del doctor que me
había atendido y menciona que era un
verdadero inútil (con otras palabras)
ya que al darme antibióticos ahora no podían saber que bacteria tenía en el
dedo y me hace escuchar también que debió hacerme atender ese mismo día
que concurrí y de esa manera se hubiese salvado el dedo.
Concluyo… con más y más desesperación - en la institución en la que me hallo hay- inútiles -
Ya en la habitación,
casi lúgubre, opaca , me toca no una modelo, si un hombre mayor protestón e
iracundo , que un día decidió a las tres
de la mañana arrancarse todas las vías con el consiguiente desparramo de
sangre por doquier, singing in the rain y yo apretando los
dientes y el timbre que nunca sonó,
termine gritando como una marica, ayuda ayuda ; yo estaba atado a
un suero con antibióticos a un hierro herrumbrado y esto no me permitió ayudarlo ni salir de la
habitación. Más tarde enfermería resolvió, con sus tiempos y a cara de perro.
Ni una palabra de aliento para mí que a mi manera
había sufrido por los chorros de sangre que me
salpicaron la cubrecama, que no me cambiaron, debo decir. Tal vez pensaron como
algo estoico, dejar testimonio de lo acaecido. Mientras
yo ya veía que además esté malhumorado anciano me había sumado otro microbio a
los que ya agenciado tenia
Apagaron la luz y nos ordenaron dormir.
Dos días después lo llevaron a quirófano al anciano de pelos blancos, y este… no volvió. Me sentí inquieto, no sé, funcionó de mínima, como un breve compañero de
desventura y ni siquiera tuve una palabra,
sobre la partida de este a una mejor
vida.
Inmediatamente trate en no pensar en esto y seguir en lo mío, me refugie en los
libros y creo no recordar otro momento de mi vida en donde más leí, desde los
comics hasta libros de control mental. Y en el entretiempo tenia bien en mente
los amigos que vinieron a verme y los que no entre otras cosas.
El médico de cabecera duraba una
semana, luego rotaban y esto me generaba poca pertenencia y desazón por lo
que proteste con firmeza y por
supuesto a partir de esto siguieron rotando
cada semana.
En general llegaba la media noche y
era cuando el pánico más me invadía ya que venía tutan quieto (el enfermero de
la noche) negro y grandote. Nunca lo vi, ni enjuagarse las manos si quiera,
tocaba todo y digo todo , con sus manitas con uñas negras, nada de guantes, me
ponía líquidos en la vía y yo escondiendo un pomo de pervinox, me defendía, chorreaba la vía que había
tocado . Ya le había agarrado la mano, el tocaba y yo tiraba el chorro y con maravillosa puntería.
Desde
el principio pedí que me amputaran el dedo, ya había perdido la cordura y no resistía
un minuto más en ese lugar. Nunca supe la razón verdadera del empecinamiento de
salvarlo, si era por tener una cama ocupada, por amor a mi dedo o por pedido
del médico reconocido internacionalmente que había tenido el desliz de cultivar
mi falange.
Fue así
que siete veces me llevaron a quirófano, ya que limpiaban el hueso para
finalmente en la anteúltima me acortaron el dedo y pusieron un metal uniéndolo.
Cada
una de las intervenciones era muy dolorosas por lo que ofrecieron hacerlo con
anestesia
total a la que no accedí por temor a la
consecuencias de la misma. Que sería no volver a despertar.
Esto
me significo lagrimear lastimosamente en cada una de las intervenciones.
Hasta
aquí todo bien solo que para llegar al quirófano no era así nomás. Mientras
desayunaba comiendo una galleta extraordinariamente desabrida me ladraban que hoy había quirófano por
supuesto la galleta quedaba atorada en el medio del esófago y el intestino
clamando por el baño. Me ordenaban
desnudarme, dale, dale pibe y no era A.
Jolie sino una bruja sin escoba. Privacidad
ninguna, se quedaba mirándome esperando imagino ver algo extraordinario más con
el susto que me generaba el micro clima, nunca le puede sorprender.
Como
mi aflicción y dolencia; tenia bichos; había orden de que fuese yo el último cada día en operar. Nunca
entendí la necesidad de llevarme por todas las áreas posibles a la vista de
todas las personas, en paños menores. Recuerdo, que me tapaba la cara, pues no estaba bueno pasearse, como odalisca y
aún más la desconsideración de tenerte dos horas por lo menos en espera. Que generaba estalactitas por doquier; del frio; me la pasaba tiritando pero lo peor era el deseo desenfrenado, irresistible,
¿Qué hubiese pagado por un papagayo? Para aliviar la presión
intensa de las paredes de la vejiga.
Después
de la última intervención como me vieron algo loco, díscolo y deprimido, mi
médico de cabecera de turno me mando al sacerdote de la institución el que no pudo con mí desazón.
Acaeció en esa época, la moda de la internación
domiciliaria y así mis cosas se encaminaron. Yo ya en casa me sentí a gusto, contenido,
mimado. Que seguramente me ayudó a salir
de mínima mejor y más rápido.
Ya
para terminar, recordar esto no fue grato pero se podrían sacar algunas
conclusiones ya que el Dr. Testa nos convida a pensar .
Que
las instituciones de gran tamaño deberían
estar tan atentas como lo están
cuando lo están, en CURAR y de igual manera
deberían estar ocupadas en favorecer en que su personal sea un buen
anfitrión ya que de alguna manera es nuestra casa y esto nos obliga y nos demanda amabilidad,
además del desarrollo de las
capacidades. Que el paciente esté a
gusto que no se sienta un extraño. Que sea tratado con CORDIALIDAD y sin
INDIFERENCIA “ NO es CARO” es solo cuestión
de actitud, no olvidemos que casi con seguridad el cien por ciento de los que conformamos la institución vamos
sinecuanon a pasar por PACIENTE todos somos futuros pacientes.
No hay otra que hacer EMPATÍA NO SOLO POR ELLOS SINO
POR NOSOTROS.
HIPÓCRATES
nos legó la ética y nos dejó consideraciones
como- curar , aliviar y consolar.
Mario
Vallejo
Sigamos leyendo!!!!!
El trabajo de Teresa C.:
Estimada Stella:
Después de haber leído atentamente el artículo escrito por
el Sr. Mario Testa, debo reconocer que me trajo el recuerdo de los difíciles
momentos que me tocaron vivir en cada una de las consultas, estudios e
internaciones de mis padres.
Al igual que él, yo también observaba el comportamiento, el
trabajo y la dedicación, de cada uno de los trabajadores del Sanatorio:
enfermeros, médicos, técnicos, secretarias y mucamas, pero con la única
diferencia que no lo hacía como paciente, sino como familiar o acompañante del
mismo.
Debo decir que la atención recibida fue un 90% satisfactoria
y sólo un 10% deplorable, por lo tanto llegué a la conclusión de que todo lo
que uno da en la vida, sin lugar a dudas, vuelve.
Yo creo que no hace falta pasar por una situación tan
difícil como la que pasó el Sr. Mario Testa, o como la mía, para darnos cuenta
de cómo debemos comportarnos con un paciente que ingresa al hospital.
Cuando uno elige una profesión relacionada con la sanidad, se requiere de una personalidad muy especial,
con una inmensa vocación de servicio. Obviamente no todos son así, tal vez para algunos sea una salida laboral rápida
y segura, ésta puede ser una de las explicaciones de la falta de compromiso de
muchos de ellos y por consiguiente ser el obstáculo de todo proyecto laboral.
Por lo tanto nos lleva a la reflexión de lo importante que
es trabajar a conciencia, pensando siempre en el bienestar de la persona que
está enferma, haciendo todo lo posible para que su estadía no sea una tortura o
un castigo, sino por el contrario, sienta que está contenido, que nos interesa
su recuperación y la mejor demostración está en nuestra tarea diaria.
El mejor premio que podemos tener es el agradecimiento de
todos ellos, el ver que se retiran sanos y muy agradecidos por nuestra
atención.
Querida Stella, no me resta más que agradecerte por el
artículo que nos enviaste, y espero que la respuesta de cada uno de nosotros
nos sirva a todos para continuar con lo bueno que tenemos, y aprender de los
errores cometidos.
Un fuerte abrazo Teresa.
El de Néstor R. :
Sin dudas, estar internado o una consulta en la
guardia es una experiencia desagradable, aunque necesaria. En nuestro
hospital, tenemos niños que, si un adulto no lo comprende, el mucho menos. La
pregunta es: que podemos hacer nosotros, técnicos de laboratorio ante esto.
Creo que lo más importante, es no perder nuestra capacidad humana, una sonrisa
o una palabra de aliento, dar indicaciones precisas, apurarnos a realizar un
análisis rápidamente, para que la espera de nuestros pacientes se acorte,
dejando de lado el café que compartimos con nuestros colegas, o esa charla tan
interesante. Muchas veces, ese tiempo ahorrado permite a nuestros pequeños
pacientes poder tomar el último tren a sus casas en el Gran Buenos Aires
Ya que muchos somos padres, y ver a nuestros hijos enfermos, debe ser lo
más desesperante que nos puede pasar, por lo tanto, nunca perdamos esa
capacidad de poder ubicarnos en el lugar del otro.
NÉSTOR.
...el de Walter L. :
Sobre el artículo
del autor Mario Testa, El hospital. Visión desde la cama del paciente, dedicado “al viejo Víctor, de la cama 6".
Pude llegar
a la siguiente reflexión:
Como participante del sistema de salud no puedo pasar por alto que
nuestra jornada laboral muchas veces se ve afectada por el exceso de trabajo,
provocando en algunos casos, que el paciente perciba que el tiempo que nosotros
le dedicamos a él, no es el suficiente;
debemos admitir que esta falencia de parte nuestra observada y criticada muchas
veces es cierta, y lamentablemente se vuelve parte de nuestra rutina, siendo
injusto que recaiga sobre ellos, por eso es necesario un cambio que va más allá
de lo que se nos presenta en frente nuestro, y deberá comenzar por nosotros
mismos, si bien la empatía es algo que difícilmente se adquiere en el ámbito
laboral ya que uno la trae consigo y lo manifiesta naturalmente en su vida
cotidiana, esta habilidad social es buena practicarla y ponerla en marcha en
nuestro trabajo; de esta forma conseguiremos mejorar la interacción
profesional-paciente y viceversa, esto no requiere tiempo extra, solo poner de
nosotros buena predisposición y voluntad, logrando así, que el paciente pueda
sentirse más contenido en diferentes situaciones durante su estadía en el
hospital.
Tengamos en cuenta que algún día nosotros podemos estar del
otro lado, ser "paciente” y como tal, es inevitable que experimentamos una serie de
reacciones emocionales, como sentir angustia, ansiedad, miedo a lo desconocido,
pasando por una situación de indefensión que se mantiene constante y que
siempre está presente. Estar internado en un hospital por más sofisticado que
esa, no es un lugar agradable para ninguno de nosotros, por eso el paciente
merece estar informado, ser escuchado, que lo contengan, que le presten
atención y sobre todo RESPETO.
Listo Walter, Técnico de Laboratorio.
Gracias a todos!!!!!!!!!
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